
Motochorros los roban en la vía pública y se los dan a intermedidarios colombianos o peruanos que los revenden en cuevas de Once o Microcentro.
Este modalidad delictiva crece día a día debido a que hay locales que se dedican a comprar celulares robados para revenderlos a menor precio.
¿Adónde van todos estos aparatos y cómo reaparecen en el mercado negro? El circuito del mercado negro es el siguiente: motochorros, usualmente de nacionalidad argentina, le entregan los aparatos que roban a intermediarios peruanos y colombianos, que luego los revenden en locales en galerías de zonas como Once, Microcentro y Liniers.
A simple vista, son locales que cumplen con la norma de exhibir en sus vidrieras equipos completos y en sus cajas. Pero debajo del mostrador, un smartphone Motorola o un Samsung puede costar unos tres mil pesos, la mitad de su precio lícito. Un iPhone -hoy casi inhallable en el mercado legal gracias a la crisis del dólar y la falta de importaciones- puede valer cerca de cuatro mil.
Hay otro paso en el proceso: tienen que llegar liberados al cliente. Luego de la inspección, el intermediario lleva los teléfonos a otra "cueva", una suerte de oficina alejada del lugar de venta, donde con una notebook, un cable USB y un software de fácil uso se "libera" el teléfono: se destraba si tiene contraseña, se le borra la información de su empresa de origen, los contenidos de la memoria y toda su numeración. Vía
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